La Montaña, Puente entre el Cielo y la Tierra. Símbolo de lo eterno.
- Gaston Pasquini
- 19 may
- 3 Min. de lectura

En la antigua China, los sabios taoístas eligieron las montañas como su morada preferida no por simple aislamiento, sino porque en ellas hallaron el entorno ideal para cultivar el espíritu, armonizar con la naturaleza y trascender las limitaciones del ego. Las montañas, elevadas y silenciosas, encarnan un simbolismo profundo dentro del pensamiento taoísta: son el punto de unión entre el cielo y la tierra, entre lo visible y lo invisible, entre el mundo humano y el orden cósmico.
En el taoísmo, fundado en las enseñanzas atribuidas a Laozi, el autor del Tao Te Ching se promueve una vida en armonía con el Tao, el camino universal e inefable que subyace a todas las cosas. Las montañas, con su firmeza, constancia y majestuosidad, son vistas como manifestaciones vivas del Tao. No luchan, no corren, simplemente "son", en profunda consonancia con el principio de wu wei (no acción forzada). Por ello, los sabios taoístas las consideraban espejos del alma serena que aspira a fundirse con la totalidad.
El célebre filósofo Zhuangzi, en sus parábolas, hablaba de hombres que “vuelan más allá del polvo del mundo” y encuentran en la soledad de los picos altos la libertad del espíritu. Para él, como para muchos otros, la montaña no es solo un lugar geográfico, sino un estado del ser: un alma que se ha liberado del deseo, del ruido y de la ilusión.

La energía de la montaña y el ser humano
Desde una perspectiva energética, los taoístas creían que las montañas están cargadas de "Qi" (energía vital) en su forma más pura. Elevadas hacia el cielo, las montañas canalizan tanto la energía celeste como la terrestre, convirtiéndose en nodos de gran poder espiritual. Allí donde fluye el "Qi" con plenitud, el cuerpo y el espíritu humano pueden recargarse, sanarse y expandirse.
Los ermitaños taoístas que practicaban Neidan (alquimia interna) o Qigong lo hacían rodeados por la niebla matinal, el susurro de los pinos y la claridad del aire. En ese entorno, el ser humano no domina la naturaleza, sino que aprende de ella. Respirar el aliento de la montaña era, y sigue siendo, absorber la sabiduría antigua del cosmos.
Lugares Sagrados
China está sembrada de montañas consideradas sagradas por el taoísmo, como:
Hua Shan, la Montaña del Esplendor, conocida por sus escarpados senderos y templos dedicados a los inmortales taoístas.
Wudang Shan, cuna del taoísmo religioso y de muchas prácticas de artes internas como el Taichi, y hogar de numerosos templos taoístas desde la dinastía Tang.
Uno de los más reconocidos practicantes que escribió sobre estas experiencias fue Ge Hong (siglo IV), alquimista y erudito, quien se retiró a las montañas del sur de China para escribir Baopuzi, un tratado donde explica cómo la montaña permite purificar el cuerpo, refinar la mente y alcanzar la inmortalidad espiritual. Para él, solo lejos de la corrupción de la vida mundana podía uno acercarse al camino de los inmortales.
"Solo cuando se deja de correr, uno llega. Solo cuando se olvida el yo, uno ve el Tao."
Zhuangzi
La elección de los Sabios de la montaña no fue un rechazo del mundo, sino una forma de elevarse por encima de sus distracciones para poder, desde allí, ver con claridad. La montaña sigue siendo el símbolo de la mente en paz, del corazón firme y del espíritu que no teme al silencio.
Y en las cumbres de la montaña, donde el cielo se toca con los dedos, aún resuenan los suspiros de aquellos sabios que comprendieron que el verdadero viaje no está en los pasos que uno da, sino en la quietud que se alcanza.
Comments